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Revista Virtual de Poesía y Literatura."PALABRAS DIVERSAS"
palabrasdiversas@palabras.com
EDICIÓN No. 40. 15 de Marzo de 2013. Un poema de mi autoría en la sección "LITERATURA PARA LA PAZ"
Poema titulado: "Guerras de Tiempo y Mar..."
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ALFONSINA STORNI
Romance de la Venganza
Cazador alto y
tan bello
como en una
tierra no hay dos,
se fue de caza
una tarde
por los campos
del Señor.
Seguro llevaba el paso,
listo el
plomo,
el corazón
repicando,
la cabeza
erguida y dulce la voz.
Bajo el oro de la tarde,
tanto el cazador
cazó,
que finas
lágrimas rojas
se puso a llorar
el sol...
Cuando volvía cantando
suavemente a
media voz,
desde un árbol
enroscada,
una serpiente lo
vio.
Iba a vengar a las aves;
más, tremendo,
el cazador
la cabeza le
cortó.
Pero aguardándolo estaba
a muy pocos
pasos yo...
Lo até con mi
cabellera
y dominé su
furor.
Ya maniatado le dije:
-Pájaros
matasteis vos,
yo voy a tomar
venganza
ahora que mío
sois...
Más no lo maté con armas,
le di una muerte
peor:
¡lo besé tan
dulcemente
que le partí el
corazón!
Cazador, si vas de caza
por los montes
del Señor,
teme que a
pájaros venguen
hondas heridas
de amor.
EDUARDO CARRANZA
Soneto Para una Salvedad
Todo está bien: el verde en la pradera,
el aire con su silbo de diamante
y en el aire la rama dibujante
y por la luz arriba la palmera.
Todo está bien: la frente que me espera,
el agua con su cielo caminante,
el rojo húmedo en la boca amante
y el viento de la patria en la bandera.
Bien que sea entre sueños el infante,
que sea enero azul y que yo cante.
Bien la rosa en su claro palafrén.
Bien está que se viva y que se muera.
El Sol, la Luna, la creación entera,
salvo mi corazón, todo está bien.
JACQUES PRÉVERT
Para hacer el retrato de un pájaro
Pintar primero
una jaula
con la puerta
abierta
pintar después
algo bonito
algo simple, algo bello,
algo útil para el pájaro.
Apoyar después la tela contra un árbol
En un jardín en un soto
o en un bosque esconderse tras el árbol
Sin decir nada, sin moverse
A veces el pájaro llega enseguida
Pero puede tardar años
antes de decidirse.
No hay que desanimarse
Hay que esperar
Esperar si es necesario durante años
La celeridad o la tardanza
En la llegada del pájaro
No tiene nada que ver
Con la calidad del cuadro.
Cuando el pájaro llega, si llega
observar el más profundo silencio
esperar que el pájaro entre en la jaula
y una vez que haya entrado
cerrar suavemente la puerta con el pincel.
Después borrar uno a uno todos los barrotes
cuidando de no tocar ninguna pluma del pájaro.
Hacer acto seguido, el retrato del árbol,
escogiendo la rama más bella para el pájaro,
Pintar también el verde follaje
Y la frescura del viento,
El polvillo del sol
y el ruido de los bichos de la hierva en el calor estival
y después esperar
que el pájaro se decida a cantar.
Si el pájaro no canta, mala señal,
Señal de que el cuadro es malo,
Pero si canta es buena señal,
Señal de que podéis firmar.
Entonces arrancadle delicadamente
una pluma al pájaro
Y escribid vuestro nombre
En un ángulo del cuadro.
LEÓN DE GREIFF
El relato de Serge Stepansky
¡Juego mi vida!
¡Bien poco valía!
¡La llevo perdida
sin remedio!
Erik Fjordsson.
Juego mi vida, cambio
mi vida,
de todos modos
la llevo perdida...
Y la juego o la
cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo,
o la regalo...
La juego contra uno o
contra todos,
la juego contra el
cero o contra el infinito,
la juego en una
alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada,
en una barricada, en un motín;
la juego
definitivamente, desde el principio hasta el fin,
a todo lo ancho y a
todo lo hondo
—en la periferia, en
el medio,
y en el sub-fondo...—
Juego mi vida, cambio
mi vida,
la llevo perdida
sin remedio.
Y la juego, o la
cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo,
o la regalo...:
o la trueco por una
sonrisa y cuatro besos:
todo, todo me da lo
mismo:
lo eximio y lo rüin,
lo trivial, lo perfecto, lo malo...
Todo, todo me da lo
mismo:
todo me cabe en el
diminuto, hórrido abismo
donde se anudan
serpentinos mis sesos.
Cambio mi vida por
lámparas viejas
o por los dados con
los que se jugó la túnica inconsútil:
—por lo más anodino,
por lo más obvio, por lo más fútil:
por los colgajos que
se guinda en las orejas
la simiesca mulata,
la terracota nubia;
la pálida morena, la
amarilla oriental, o la hiperbórea rubia:
cambio mi vida por
una anilla de hojalata
o por la espada de
Sigmundo,
o por el mundo
que tenía en los
dedos Carlomagno: —para echar a rodar la bola...
Cambio mi vida por la
cándida aureola
del idiota o del
santo;
la cambio por el
collar
que le pintaron al
gordo Capeto;
o por la ducha rígida
que llovió en la nuca
a Carlos de
Inglaterra;
la cambio por un
romance, la cambio por un soneto;
por once gatos de
Angora,
por una copla, por
una saeta,
por un cantar;
por una baraja
incompleta;
por una faca, por una
pipa, por una sambuca...
o por esa muñeca que
llora
como cualquier poeta.
Cambio mi vida —al
fiado— por una fábrica de crepúsculos
(con arreboles);
por un gorila de
Borneo;
por dos panteras de
Sumatra;
por las perlas que se
bebió la cetrina Cleopatra—
o por su naricilla
que está en algún Museo;
cambio mi vida por
lámparas viejas,
o por la escala de
Jacob, o por su plato de lentejas...
¡o por dos
huequecillos minúsculos
—en las sienes— por
donde se me fugue, en grises podres,
la hartura, todo el
fastidio, todo el horror que almaceno en mis odres...!
Juego mi vida, cambio
mi vida.
De todos modos
la llevo perdida...
LOUIS ARAGON
La Rosa y la Reseda
El que en el Cielo creía,
el que no creía en él,
los dos con idolatría
amaban a la rehén.
Uno a mirarla subía,
otro tendíase al pie:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Nada importa cuál sería
la luz que alumbrando fue;
uno del templo salía,
otro esquivó su dintel:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Cuerpo y alma en alegría,
cada cual amante fiel,
que Ella vive se decía,
y quien viva lo ha de ver:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Loco pedir cortesía
viendo arrasada la mies,
rumiando melancolía
de la metralla al vaivén:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Desde lo alto el vigía
tiró una y otra vez;
uno tras otro caía;
¿cuál de ellos muerto fue:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él?
¿En la prisión cuál sería
el de más duro yacer;
cuál de los dos prefería
de las ratas el tropel:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él?
Sollozar de rebeldía,
¿a quién puede conmover?
Dejan la terrena vía
al rayar el alba cruel
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Al caer, nombrar se oía
a la que adorada fue;
con brillo igual relucía
la roja sangre al caer
del que en el Cielo creía,
del que no creía en él.
Cárdeno arroyo teñía
la tierra de su nacer
para que madure un día
vendimias de moscatel
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Corren, vuelan a porfía
el bretón y el lorenés;
vuelve el grillo a su tonía
en el huerto y el vergel.
Flauta o viola en melodía,
en doble amor van a arder
las aves entre la umbría,
rosa y reseda también.
Versión de: Carlos López Narváez
PABLO NERUDA
Poema 20
Puedo escribir
los versos más tristes esta noche.
Escribir, por
ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan,
azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la
noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir
los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a
veces ella también me quiso.
En las noches
como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas
veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a
veces yo también la quería.
Cómo no haber
amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir
los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la
tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche
inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae
al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que
mi amor no pudiera guardarla.
La noche está
estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A
lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se
contenta con haberla perdido.
Como para
acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la
busca, y ella no está conmigo.
La misma noche
que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de
entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero,
es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba
el viento para tocar su oído.
De otro. Será de
otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su
cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero,
es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el
amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches
como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se
contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea
el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los
últimos versos que yo le escribo.